Cantón de Lucerna, Suiza
Las montañas.
Hay algo inexorablemente misterioso y encantador en las montañas. Las considero como un monumento a lo mágico y místico. Hay tantas preguntas que nos hacemos como humanos, y tantos de nosotros que buscamos esa respuesta en la paz de las montañas.
Suiza ha sido mi casa en los últimos 10 años. Siempre quise escribir sobre lo que este país me hace sentir, pero no había tenido el valor para hacerlo. Es más fácil escribir sobre las aventuras de los viajes, los nuevos lugares, la gente extraña, las comidas inusuales; tratar de vivir ese pequeño pedazo de aventureros que se pierde con el tiempo y la rutina. Y Suiza para mí, se ha convertido en la rutina.
Cuando te estableces en un lugar y comienzas a echar raíces, fácilmente pierdes la visión de lo que alguna vez fué. Ese sentimiento de incertidumbre y emoción al caminar por las calles y encontrarte gente de una cultura muy diferente a la tuya, hablando un idioma que no entiendes, y que no puedes concebir el pensar que algún día lo entenderás. La sensación de vivir al día, la adrenalina al mil. Como es de esperar, con el tiempo todo eso se vuelve conocido y común, y la “magia” de lo desconocido se desvanece.
Después, comienza la típica etapa de adaptación, en donde comienzas a añorar la cultura y las costumbres del país natal. Comienzas a comparar los estilos de vida, y sobretodo las historias. La historia de tu vida en tu país versus las historias que se van creando en el nuevo país.
Comienzan los “achaques” y quejas de lo que se considera la “costumbre”. Lo negativo se vuelve el común denominador del nuevo lugar. Algunos se podrían extrañar cuando asocio Suiza con quejas y achaques. Después de todo, Suiza es considerado como uno de los países más desarrollados y prósperos del mundo. En múltiples rankings Suiza aparece como el país más rico per cápita del mundo, y uno de los menos corruptos. El país con un sistema político único de democracia directa, en donde los habitantes tienen el poder de aceptar o rechazar referéndums. El país del chocolate y de los relojes de lujo. El país de la puntualidad y la precisión.
El país de la pulcritud, de las buenas costumbres. El país de la gente educada y polígota, que habla al menos 3 idiomas y se considera algo completamente normal. El país en sí tiene cuatro idiomas oficiales: Alemán, Francés, Italiano y Retro-romano, sin contar con el dialecto Suizo-Alemán que no es considerado un idioma oficial pero que es el lenguaje con el que se comunican cási 5 millones de Suizos que habitan en la región Suizo-Alemana. La mayoría de la población habla Inglés sin problemas.
¿Qué puede haber de malo en un país tan perfecto?
La perfección también asfixia.
La paz y prosperidad, aburren. Las reglas, paralizan. La creatividad se pierde entre lo rutinario. No es necesario crear, si todo está bien establecido y funciona a la perfección. No existe la palabra improvisación. No hay sonrisas espontáneas, ni gestos amables en las calles. Todos a lo suyo, cada quien perdido en su mundo que funciona y gira al compás del reloj.
Como todo, es cuestión de ver de qué lado del cristal estás observando la realidad.
Sin tener que esforzarse demasiado, Suiza no tarda en demostrar que está lejos de ser un país simplemente aburrido y común. Basta con viajar un par de kilómetros lejos de cualquier ciudad para encontrar paisajes que te dejan boquiabierto.
Y entonces, me dio mi lección:
Engelberg, Suiza
La “normalidad” en Suiza, es también observar la inmensidad y hermosura de las montañas adornadas con sus azules y espectaculares lagos cada mañana. Caminar por los bosques y escuchar el cantar de las aves. Encontrar pueblecillos rurales y callecillas encantadas.Disfrutar de los centros históricos de las ciudades como Berna, cuyo casco antiguo ha sido considerado por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad.
Berna, capital de Suiza
Suiza también es la nobleza y el buen corazón de su gente, su historia y sus tradiciones. Suiza es el Raclette, los exquisitos panes recién horneados… el Polka, y el Yodel.
Suiza es una de las cunas de la innovación, casa de innumerables científicos que han cambiado la historia del mundo con sus descubrimientos. Lugar que acogió a filósofos, historiadores y artistas de toda índole.
Suiza también es el país donde descubrí lo que es el amor verdadero, y en donde ví a mi primera hija nacer. El lugar que me acogió para continuar con mi camino en la vida.
Suiza es ahora mi hogar; ningún sentimiento en el mundo es mejor, que el calor del hogar.
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